Cuando hablamos de inteligencia en la Bienal de Venecia 2025, la exhibición principal la categoriza ampliamente en tres dominios: natural, artificial y colectiva. Si bien se ha prestado mucha atención a las performances robóticas, los experimentos materiales orientados hacia el futuro—como los ladrillos de estiércol de elefante de Boonserm Premthada o la exhibición de picoplancton hipnotizante de Canadá—una forma de inteligencia colectiva, a menudo pasada por alto pero crítica, radica en el acto de archivar.
Varios pabellones nacionales muestran esta inteligencia colectiva a través de exposiciones bellamente curadas: el ingenioso juego de escalas del Pabellón Español, por ejemplo, presenta modelos meticulosamente elaborados que invitan a una lectura atenta y al deleite. Estas colecciones curadas ofrecen una instantánea del presente y, en algunos casos, gestos hacia el futuro. Pero sin involucrarse críticamente con el pasado, sin documentar y dar sentido a nuestro conocimiento espacial y arquitectónico compartido, el potencial de la inteligencia colectiva permanece incompleto. Archivar no es simplemente un acto de preservación; es una herramienta generativa para proyectar nuevos futuros.
Vista aérea del Beta Building en Honduras. Imagen Cortesía de Taller ACÁ
Comprender el gradiente de temperatura en un edificio es esencial en climas fríos o templados, donde se utilizan cerramientos herméticos y aislamiento continuo para prevenir la pérdida de calor. Sin embargo, este enfoque no es adecuado para áreas tropicales como América Central, donde el clima se caracteriza por una alternancia constante entre temporadas húmedas y secas en lugar de cuatro distintas. Factores como la proximidad al mar, la elevación y la topografía local influyen en los microclimas a lo largo de distancias cortas, pero la alta humedad sigue siendo un desafío común. Las paredes selladas, herméticas y sin ventilación pueden convertirse rápidamente en criaderos de moho, lo que hace que las estrategias térmicas convencionales sean problemáticas. En respuesta, los diseñadores locales han desarrollado enfoques alternativos que abrazan, en lugar de resistir, el entorno exterior, permitiendo el flujo de aire y la evaporación para gestionar el confort interior.
Japón, uno de los lugares conocidos por su alta longevidad, enfrenta críticamente un cambio demográfico. A medida que la población envejecida sigue creciendo, también lo hace la demanda de espacios pensados y bien diseñados que apoyen el cuidado de los ancianos. Tradicionalmente, el cuidado estaba entretejido en la estructura de la vida familiar, a menudo recayendo en las mujeres en una sociedad patriarcal. Sin embargo, a medida que la estructura familiar tradicional de grandes familias se disuelve en gran medida y la familia nuclear se convierte en la norma, el cuidado de los ancianos depende cada vez más de los servicios de bienestar social y de instalaciones especializadas.
Esta situación presenta un desafío arquitectónico profundo y creciente: ¿Cómo pueden los entornos de cuidado no solo acomodar las necesidades médicas y de enfermería, sino también fomentar la dignidad individual, el confort y las interacciones humanas y no humanas? El diseño ideal de las instalaciones de cuidado de ancianos equilibra la funcionalidad clínica con las sutilezas de la vida diaria—para los ancianos mismos, para aquellos que enfrentan desafíos y dificultades como la demencia, para sus familias y para los cuidadores que los apoyan.