ArchDaily se complace en presentar, con la autorización de The Hyatt Foundation y el Premio Pritzker de Arquitectura, la transcripción del discurso que dio Alejandro Aravena en la ceremonia de entrega del galardón, realizada el pasado 4 de abril de 2016 en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
No puedo dar inicio a esta velada sin hacer mención antes a Zaha. Cuando recibimos las noticias la semana pasada, simplemente no lo podíamos creer. Como decía Rafael Iglesia, un arquitecto argentino que también falleció demasiado temprano de un ataque al corazón el año pasado, "Es siempre muy triste cuando una persona que todavía tienen mucho que ofrecer, muere de forma prematura". Desde aquí enviamos nuestras condolencias a su familia, amigos y colegas.
Zaha recibió el premio en 2004, como reconocimiento de que su trabajo significa una gran contribución a la arquitectura. Su trabajo, así como el trabajo de otros arquitectos galardonados que nos acompañan aquí esta noche, fue celebrado con este galardón como el nivel más alto al que un arquitecto puede llegar. La suma de su trabajo construye un cuerpo increíble de conocimiento que yo, como estudiante desde un lejano Chile, soñaba con poder experimentar en persona y no sólo a través de las fotografías de las escasas revistas que llegaban a este rincón del mundo. En ese tiempo, se estudiaba arquitectura en Chile a través de imágenes y fotografías. Los ganadores del Premio Pritzker, para nosotros a mediados de la década de los ochenta, no eran arquitectos; eran mitos. Y es por eso que no vi venir este premio en absoluto, ni por un segundo.
De hecho, era un sábado por la mañana, cuando recibí un mensaje de texto de Martha Thorne [Directora Ejecutiva del Premio Pritzker de Arquitectura]. Yo no trabajo los fines de semana por lo que en circunstancias normales, no habría respondido hasta el próximo lunes. Sin embargo, estaba justo terminando un texto para la Bienal de Venecia y quería deshacerme de él para poder disfrutar del fin de semana. El mensaje de Martha coincidentemente comenzaba así: "Alejandro, hola! He recibido un mensaje de la Bienal y necesito su consejo sobre el asunto. ¿Estás disponible para una breve llamada telefónica?". Pensé, no, y ahora qué! No otro problema que resolver. Tenía tantos temas que atender en relación a la Bienal, que le respondí: "Está bien, podemos hablar ahora". El teléfono sonó y ella dijo, "Hola Alejandro, no quiero tomarte demasiado tiempo. Tengo tres preguntas acerca de la Bienal". Está bien. "¿Aceptarías ser el premio Pritzker 2016?" Durante un par de segundos, si es que no fue por un minuto entero, no pude entender qué tenía que ver la pregunta con la Bienal. Mi cerebro parecía haberse golpeado contra una pared. No podía encontrarle el sentido, trataba de encontrar a conexión donde no la había. Así de inesperado fue. Cuando empecé a procesar la idea, empecé a llorar. El flujo de emociones simplemente era demasiado. Demasiada vida comprimida en un instante. Por algo como diez minutos, no tuvimos conversación alguna por teléfono. Más que sin palabras, estaba sin pensamientos. Mi mente se encontraba completamente inútil. Sólo podía sentir, no pensar.
Los niños estaban jugando en la sala de estar y me vieron llorar. "¿Qué pasó?", me preguntaron. "Nada, pero es algo bueno", les dije. Fui arriba, mi esposa todavía estaba durmiendo, la desperté y le dije: "Me gané el Pritzker!" Y durante casi una hora, nos miramos el uno al otro sin palabras, sin pensamientos. Y a decir verdad, aún no puedo. Pero a medida que los días han pasado, mis sentimientos empezaron a evolucionar en tres direcciones diferentes: gratitud, al mirar hacia atrás; libertad, al mirar hacia el futuro; y alegría, estando en el presente.
Pensé mucho en el hecho de que la ceremonia sea en las Naciones Unidas. Qué mejor lugar para entregar un mensaje sobre cómo la arquitectura puede contribuir a mejorar la calidad del entorno construido y al hacerlo, corregir las desigualdades y mejorar la calidad de vida de las personas. Tendremos tiempo para mirar hacia el futuro, mañana aquí en la ONU, cuando con los anteriores ganadores del Pritzker debatamos sobre los desafíos que vienen. Hoy hablaré sobre el presente y sobre cómo llegué aquí. Se tratará de alegría y gratitud.
En primer lugar, me gustaría agradecer a la familia Pritzker por su visión y entendimiento de que un premio puede ser una herramienta poderosa para influir en el desarrollo del entorno construido, en la dirección correcta. Han hecho esto no sólo con generosidad, sino también, y por sobre todo, con calidad. Lo han hecho a la perfección. Y esta es una muy poderosa contribución para mejorar la calidad de vida de las personas.
También me gustaría dar las gracias al jurado, y quiero pensar en las palabras del anuncio como una carta de navegación, como un camino a seguir, más que sólo hechos sobre nuestro trabajo. Vamos a mantener sus palabras en nuestra mente.
Este premio es para un equipo de trabajo. Y el trabajo en la arquitectura es una tarea colectiva. Para empezar, no es que me despierte por la mañana con un deseo irresistible de hacer, digamos, un edificio de oficinas. En la arquitectura, alguien tiene que necesitar algo y desear algo por primera vez. Sólo entonces podemos empezar a trabajar. La arquitectura lleva mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucho dinero y energía, por lo que estamos muy agradecidos a todos los clientes que han confiado en nosotros con una gran cantidad de recursos, públicos y privados, para traducir esas necesidades y deseos en edificios.
En nuestro caso particular, no sólo el punto de partida está fuera de nosotros; el punto final también. Muchos de nuestros proyectos no son terminados por nosotros, sino por las propias familias. Por eso estamos muy agradecidos con aquellas familias que han completado y agregado sus recursos, ideas y sueños a los muros y techos que nosotros hemos fijado sólo como un marco.
La arquitectura se trata de una gran cantidad de disciplinas que se unen con el conocimiento y la experiencia para conseguir un edificio construido. No sabría cómo hacerlo por mi cuenta y sin embargo, un arquitecto tiene que ser capaz de discriminar entre cuál de los métodos es mejor que el otro. La buena voluntad y la flexibilidad profesional son cruciales para negociar con todas las fuerzas de tracción que van en direcciones opuestas en un solo edificio. Pero además, los arquitectos no construimos nuestros proyectos con nuestras propias manos; nos basamos en las habilidades de muchos otros oficios, pero aún más, en la fuerza física de los trabajadores. A todos los que soportan un trabajo duro en el emplazamiento de la obra, estamos muy agradecidos también.
En nuestro caso particular, en ELEMENTAL, proyectos, ideas, soluciones y visiones sólo aparecen mientras se piensa en voz alta, en grupo. Es un proceso creativo en equipo. Esto no es sólo un dicho o una declaración políticamente correcta. Es un hecho. Por eso creo que mis compañeros de ELEMENTAL son tan ganadores de este premio como yo; así que me gustaría invitar a ponerse de pie a Gonzalo Arteaga, Juan Ignacio Cerda, Víctor Oddo y Diego Torres. Cada uno de ellos es brillante y podría haber tenido su propia oficina de arquitectura, pero decidieron quedarse en ELEMENTAL. Gracias por eso.
Pero pasamos por tiempos difíciles, escoger quedarnos no fue del todo evidente. Significó una decisión que involucró a cada una de nuestras familias. Así que quiero reconocer la importancia de las esposas y esposos que han apoyado nuestro trabajo: Andrea, Isa, Ale y Sole. Finalmente, a todas las personas en la oficina que pueden estar siguiendo (esta ceremonia) vía streaming en Chile: Cristián Martínez, Su Yin Chia, Matias Magnelli, Clemence Pybaro, Pedro Hoffmann, Euge Morales, Francesca Moroni y todos los practicantes en la odicina, gracias a todos ustedes.
Algunos de nuestros proyectos requieren una dedicación y nivel de innovación que los mercados y gobiernos no están dispuestos o preparados para soportar. Fue en 2005 cuando después de un exitoso primer proyecto en Iquique, la Quinta Monroy, teníamos otros siete proyectos en diferentes etapas de desarrollo a través de Chile: algunos en construcción, otros que seguían luchando para obtener el permiso de construcción, cuando nos quedamos si dinero. Por un año, tuvimos que trabajar gratis, porque no podíamos abandonar a las familias en mitad del proceso. Tuvimos muy poco que mostrar e incluso menos pruebas de que podríamos tener éxito. Es por esto que estamos tan agradecidos de la familia Angelini, Roberto y Maurizio, quienes confiaron en nosotros y tuvieron la confianza en que podíamos usar la arquitectura para producir un bien público. Es entonces cuando ELEMENTAL se convirtió en una empresa para hacer de nuestra contribución a la calidad de vida de las personas un esfuerzo sustentable. Gracias.
Aquellos que tuvieron la idea de contactarlos fueron Jorge Bunster, Arturo Natho y Alejandro Hormann. Estos dos últimos, (están) aquí en la sala y en nuestro directorio hasta hoy. Ellos siguen contribuyendo con preguntas inteligentes, de estrategia, financieras y administrativas que yo aún no entiendo, pero que pueden ser correctas, ya que nunca hemos necesitado dinero extra desde 2006.
Antes de convertirse en una empresa, ELEMENTAL fue una iniciativa académica. Todo comenzó cuando me invitaron a enseñar a Harvard y ése fue el llamado de Jorge Silvetti. Es posible que haya visto algo que ni siquiera yo mismo era capaz de ver. En ese entonces había construido solo un edificio y escrito un libro. En realidad, había llegado a Harvard sin tener idea sobre qué enseñar y al final usé mi propia ignorancia y auto-vergüenza como un activo. En un país donde el 60% de lo que se está construyendo utiliza algún tipo de subsidio, yo no tenía idea de lo que era un subsidio. Fue vergonzoso.
Cuando no sabes sobre algo, hay dos posibilidades: estudias o te asocias con alguien que sabe. Yo hice lo último. En una cena en Cambridge, conocí a un ingeniero en transporte que estaba haciendo su Master en la Kennedy School of Government: Andrés Iacobelli. Él tenía algo de fama porque había combinado dos atributos que raramente se encuentran juntos: era brillante y era un buen tipo. Así que la conversación comenzó con él diciendo, "Parece que la arquitectura chilena va bien, ¿no?". Y yo dije: "Sí, algo así". "Un montón de premios, ¿eh?". "Sí, un montón de reconocimiento internacional, ¿eh?". "¡Sí!" Y yo estaba llenándome de orgullo que un ingeniero reconociera a un arquitecto. Y él dijo, "pero si la arquitectura chilena es tan buena, ¿por qué la vivienda social es tan mala?".
Eso duele, pero inmediatamente después propuso, "¿por qué no hacemos algo con la vivienda social?". En mi mente de arquitecto, "hacer algo" significaba un libro, un seminario, una exhibición, y mis sueños más locos, un prototipo a escala real de una unidad (habitacional). En su mente de ingeniero, "hacer algo" significaba una compañía que debería comenzar construyendo al menos 100 unidades aceptando cada restricción de las políticas existentes -presupuesto, tamaño, tiempo- y probarle al mercado dentro de sus propias reglas. Así es cómo ELEMENTAL comenzó como un "Do Tank" y no como un "think tank".
Pero aprendí muchas más cosas de él, como pensar bien de las personas. Si alguien es exitoso, es porque él o ella hizo algo bueno, no algo malo. Esto ni siquiera se acerca a tener la actitud prevaleciente. No sé si sea una cosa chilena o cosas de arquitectos, pero la sospecha y la envidia son mucho más comunes. Y esto es algo que hasta la fecha está en el núcleo del espíritu de ELEMENTAL: No pierdas el tiempo luchando ni prestes atención a los amargos; celebra y aprende de los proactivos.
Hablando de aprendizaje, tuve la suerte de tener muy buenos profesores y muy buenos compañeros de clase en la Universidad Católica, donde estudié arquitectura. Le debo mucho a mi profesor Fernando Pérez. Él no sólo me enseñó a pensar con cuidado y a respetar el conocimiento de la historia de la arquitectura, el equilibrio de cómo ser humilde y estar seguro de sí mismo, al mismo tiempo, frente a ese conocimiento. También me dio mi primer oportunidad. Él apostó por mí para hacer mi primer proyecto: la Escuela de Matemáticas de la Universidad Católica. Teniendo en cuenta de dónde vengo, yo nunca hubiera tenido la posibilidad de obtener cualquier tipo de encargo si no fuese por la confianza ciega de alguien.
Además de eso, tuve que sobrevivir a la universidad. Quizás no lo experimenten en Estados Unidos, pero en el momento en el que estudié en Chile, sólo terminaban uno de cada cuatro estudiantes. Nadie sobrevive solo. Es por eso que mis compañeros se convirtieron en mis amigos de toda la vida. Claudio, Alfonso, y Charlie - nos apoyamos el uno al otro, noche tras noche sin dormir, trabajando en los proyectos de cada uno. En aquel entonces, yo conocí la colaboración en su forma más pura y desinteresada.
Estudiar en la universidad a mediados de los años 80 en Chile fue muy duro. Si no ibas a una escuela secundaria privada, las posibilidades para estudiar en la universidad eran extremadamente bajos. Y aquí es donde la familia hace la diferencia. Mis padres, Carmen y Gaston, ambos maestros de escuela, trabajaron muy duro para permitirnos - a mi hermano Cayo, a mi hermana Loreto y a mi - la oportunidad de estudiar. Pagar por la educación no dejó mucho dinero para el ocio y el entretenimiento. Así es como aprendimos a disfrutar de las cosas simples. Jugando en la calle con lo que fuese explica el por qué creamos un lazo tan fuerte con mi amigo de la infancia Coné. Con el tiempo, nos hemos convertido en una familia extendida - Sole, Teo, Noé, Simon, Elo - gracias por estar.
Así que después de haber retrocedido me gustaría volver al presente, que es casi en su totalidad tomada por mi esposa y mis hijos. Lo que he logrado en la arquitectura me ha permitido prestar atención a las otras dimensiones de la vida. En lugar de desarrollar la dimensión profesional a niveles inauditos e invisibles, todo este tiempo he tratando de sólo tener una vida equilibrada. Xu, Américo, Malu, y Rita. Ustedes son mi cable a la tierra; dedicando mucho tiempo a nuestra vida cotidiana y las actividades ordinarias es un gran antídoto para evitar que uno se vuelva con uno mismo. Ustedes han introducido el presente absoluto en mi vida. Aquí y ahora. Niños, ustedes me enseñan cada día a distinguir lo que importa de lo que no importa. Desde que nacieron, para distinguir lo que importa y lo que no importa en la vida se convirtió autoexplicativo. Xu, tu has sido generosa e iluminadora. Si no fuera por ti, mi vida sería más pobre y menos divertida. Me has obligado a desarrollarme. Gracias a mi familia, he dedicado menos tiempo a la arquitectura y más tiempo a la vida.
Sin embargo, para regresar un poco a la arquitectura, lo que los arquitectos modelan no son ladrillos o piedras o acero o madera, sino la vida misma. La arquitectura se trata de dar forma a los lugares donde viven las personas. No es más complicado que eso, pero también no más simple que eso. Y la vida va de necesidades muy básicas a deseos muy profundos, de actividades ordinarias a eventos extraordinarios, desde el ser mismo a lo colectivo. Así que supongo que es por eso que debemos tener una vida en primer lugar; conocer el tema que estamos tratando de acoger, cuidar y mejorar, es una necesidad.
Mis disculpas por haberme tomado tanto tiempo, pero creo que estaba intentando, quizás de manera egoísta, hacer durar este maravilloso momento. Muchas gracias.
© The Hyatt Foundation / The Pritzker Architecture Prize